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  • 12 diciembre 2024
  • 3 meses

El impacto del ciberacoso en los jóvenes en España

Christelle Risi

Conocido desde siempre bajo términos como “chivo expiatorio”, el concepto de “acoso escolar” no apareció como tal hasta la década de los 80 en Europa.
Un alumno es víctima de acoso escolar cuando sufre, de manera repetida, violencia verbal, moral o física por parte de uno o varios compañeros.

Estos actos violentos incluyen insultos, burlas, exclusión del grupo, empujones, golpes o robos.

El ciberacoso, una variante más reciente del acoso, se relaciona directamente con el auge de las redes sociales a partir de los años 90 con la expansión de internet y, posteriormente, con la revolución tecnológica del teléfono móvil. El ciberacoso se define como “un acto agresivo, intencionado, cometido por uno o varios individuos a través de un medio de comunicación electrónico”.

El acoso y el ciberacoso afectan de forma grave a la vida de los jóvenes y sus familias, llegando a convertirse en un problema de salud pública y un delito penalizado por la ley.

Hoy en día, al analizar el impacto de las redes sociales en las relaciones personales, podemos apreciar una cierta facilidad para comunicarnos, pero también lamentar los efectos secundarios sobre la calidad de las relaciones sociales. Para los más jóvenes, estas plataformas pueden reducir la sensación de soledad y generar vínculos, aunque estos lazos pueden deshacerse tan rápido como se crean, con un solo clic, un emoji, un “me gusta” o una reacción efímera.

Por tanto, las amistades y afinidades se crean y se rompen en los intrincados laberintos del mundo virtual. Esto puede tener consecuencias devastadoras para algunos jóvenes, ya que las relaciones dependen en gran medida de la conexión constante a un teléfono móvil.

En internet, la información circula rápidamente y puede llegar a un gran número de personas conectadas simultáneamente. Insultos, amenazas, burlas y rumores dirigidos a un joven pueden exponerlo a una violencia repentina, repetida e injustificada que trasciende el ámbito escolar, eliminando cualquier espacio seguro. Además, el ciberacoso puede incluir el hackeo de cuentas y la suplantación de identidad, exponiendo a la víctima a reacciones agresivas por parte de otros según lo que el agresor haya difundido en su nombre.

En España, la Ley Orgánica 8/2021 sobre protección integral de la infancia y la adolescencia frente a la violencia incluye medidas específicas para abordar el acoso escolar y el ciberacoso. Además, programas educativos como el Plan Director para la Convivencia y Mejora de la Seguridad Escolar buscan prevenir estas situaciones en los centros escolares.

A pesar de estas medidas, la falta de educación en competencias sociales como la empatía, la tolerancia y la solidaridad sigue siendo un reto. Muchos jóvenes pasan más tiempo conectados a sus dispositivos que interactuando cara a cara, lo que dificulta la capacidad de captar señales no verbales o el lenguaje corporal, esenciales para desarrollar vínculos emocionales sólidos.

El ciberacoso se intensifica especialmente entre los 11 y los 13 años, pero sus consecuencias pueden extenderse mucho más allá de la adolescencia. Según los datos de la OMS (2024), el 14% de los adolescentes españoles ha sido víctima de ciberacoso, con cifras similares entre chicos y chicas.

Las consecuencias del ciberacoso pueden incluir:
Psicológicas: aislamiento, pérdida de autoestima, ansiedad, depresión o pensamientos suicidas.
Físicas: problemas de sueño, trastornos alimentarios o dolores somáticos.
Académicas: absentismo, fobia escolar, fracaso o abandono escolar.
Familiares: conflictos, irritabilidad o retraimiento.

Ante situaciones de acoso o ciberacoso, es importante actuar:
Romper el silencio: informar a un adulto de confianza, como un profesor, tutor o familiar.
Recopilar pruebas: realizar capturas de pantalla y documentar los hechos.
Buscar apoyo escolar: solicitar una reunión con la dirección del centro educativo o activar protocolos como el Plan de Convivencia Escolar.
Denunciar: acudir a las autoridades locales o a la Guardia Civil para presentar una denuncia formal.
Solicitar ayuda psicológica: los servicios de apoyo psicológico pueden ayudar a las víctimas a recuperar su autoestima y a gestionar el trauma.

Además, plataformas como Incibe (Instituto Nacional de Ciberseguridad) y su línea de ayuda 017 ofrecen recursos y asesoramiento frente al ciberacoso. También existen líneas específicas de ayuda para jóvenes como el Teléfono de la Infancia (900 202 010) y el Teléfono contra el Acoso Escolar (900 018 018).

Es crucial que padres, educadores y la sociedad en general se impliquen en la prevención del ciberacoso, fomentando una cultura de respeto, empatía y apoyo mutuo. Solo así podremos garantizar un entorno seguro para nuestros jóvenes, tanto en el ámbito físico como en el digital.

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