Cada año, el primer miércoles de mayo se celebra el Día Mundial de la Salud Mental Materna, una campaña anual dedicada a generar conciencia sobre las duras realidades de la maternidad y las repercusiones que tienen en la salud mental de las mujeres.
En América Latina, este es un tema especialmente urgente, ya que las investigaciones demuestran que aún queda mucho por hacer en lo que respecta a la creación de entornos seguros para las madres, en particular en el lugar de trabajo. Porque la triste realidad es que, en todo el mundo, pero especialmente en América Latina, la maternidad perjudica a la trayectoria profesional y esa última perjudica a la maternidad.
Según las últimas proyecciones, las madres trabajadoras de toda la región sufren hasta un 53 % de reducción en sus ingresos tras dar a luz, debido a la reducción de la jornada laboral, los descensos de categoría o incluso los despidos. Por otra parte, el 60 % de las madres trabajadoras califica de “escasa” su capacidad para desconectar al final de la jornada, mientras que la cantidad de bebés que son amamantados sistemáticamente se sitúa nada menos que un 17 % por debajo de la media mundial, lo que sugiere que, mientras los empleadores castigan a las mujeres por dedicar “demasiada” atención a su papel de madres, su papel de empleadas les impide pasar tiempo con sus hijos.
Es comprensible que esto tenga un efecto muy perjudicial sobre las madres y su salud mental. Imagine pedirle a una persona a secas que sea solo la mitad de buena madre y la mitad de buena empleada. ¡De seguro no se atrevería! Sin embargo, esto es lo que demasiadas mujeres trabajadoras se sienten obligadas a hacer, ya que más del 90 % se hace cargo de la mayor parte de las responsabilidades de la crianza de los hijos y el 95 % admite hacerlo con poco o ningún apoyo de sus empleadores.
Por lo tanto, no nos sorprende que tres de cada cinco mujeres abandonen su puesto de trabajo después de ser madres, presionadas por una cultura que predica el equilibrio entre la vida laboral y familiar, la autonomía de los trabajadores y la inclusión, sin hacer realidad ninguno de estos ideales.
Entonces, ¿cómo reparar semejante fractura entre dos necesidades humanas intrínsecas: la de la familia y la de la realización? Todo empieza por ofrecer soluciones que reconozcan la compleja relación entre el bienestar personal y profesional, y el papel mediador del equilibrio entre la vida laboral y personal en la preservación del bienestar general. Tanto si las madres trabajadoras sufren agotamiento, estrés crónico, ansiedad o depresión debido a sus obligaciones contrapuestas, necesitan seleccionar el apoyo adecuado para asegurarse de que todos los aspectos de su salud estén bajo control. En última instancia, esto incluye el acceso a servicios de terapia que puedan ayudar a las mujeres a identificar sus sentimientos y sus causas, y a identificar las brechas de habilidades que, una vez mitigadas, pueden ayudarlas a controlar mejor el estrés. También incluye trabajar con asesores que pueden ayudarlas a corregir problemas de comportamiento, como el sueño insuficiente, el ejercicio inadecuado, dietas poco saludables y la mala administración del tiempo, y a cultivar hábitos positivos que les permitan administrar mejor su tiempo y su energía. Esto incluye asociarse con asesores de vida y trabajo que puedan investigar recursos o servicios locales relacionados con el cuidado de los hijos, la paternidad, la salud posparto, etc., y ofrecer derivaciones a ellos.
Principalmente, un mejor apoyo para las madres en el lugar de trabajo debe incluir también estrategias flexibles y personalizables de reincorporación al trabajo que traten de armonizar las necesidades de la empleada que sale o se reincorpora, las de su equipo y las de su jefe. De este modo, se evita que las madres se sientan apresuradas a regresar al trabajo demasiado pronto o sobrecargadas de trabajo; que se enfrenten al resentimiento de sus compañeros; o que sufran represalias o tormento de parte de sus jefes. Las intervenciones holísticas que tienen en cuenta a todas las personas también se centran en ayudar a los jefes a lo largo del proceso de baja y reincorporación, para garantizar que brinden un apoyo óptimo a las madres trabajadoras de su equipo, a fin de mejorar la retención, el compromiso, la satisfacción y el bienestar.
En definitiva, apoyar a su personal —sean madres, padres, miembros de la Generación Z, de la Generación X o lo que sean— se reduce a crear una cultura que priorice clara y verdaderamente su bienestar holístico; una cultura que busque ayudarlos a prosperar no solo en el lugar de trabajo, sino también en su vida personal y cotidiana.