En contraste con una disminución global en  las tasas de suicidio en las últimas tres décadas, la investigación muestra que el suicidio está en constante aumento en América Latina: mientras que la tasa global de suicidios ha disminuido en más de un tercio desde el cambio de siglo, la tasa en América Latina aumentó en casi un 20 por ciento.

Y si bien la inestabilidad económica y política, los déficits estructurales y los recursos insuficientes, así como la alta pobreza, la desigualdad y el analfabetismo, contribuyen a una mayor carga de suicidios, los datos de los “mejores y más brillantes” de América Latina, a saber, Argentina, Brasil y Uruguay, demuestran cuán elusivas pueden ser las causas y la prevalencia del suicidio.

Suicidio en Uruguay

Tomemos a Uruguay, por ejemplo. A pesar de estar clasificado como el país más feliz de toda América Latina y el ^28º país más feliz  del mundo, según el Ranking Mundial de la Felicidad de la ONU, una nueva investigación muestra que la tasa promedio de suicidios de Uruguay fue  más del doble que en toda América Latina en 2022, y la 15ª tasa más alta del mundo. Para ponerlo en perspectiva, si bien hubo 23 suicidios por  cada 100.000 personas  en Uruguay en 2022, la proporción promedio para toda América Latina fue de solo 9 suicidios por cada 100.000 personas.

En cuanto a las limitaciones de confiar en la estabilidad económica y la calidad de vida de la población para predecir la prevalencia o incluso el riesgo de suicidio, Ana Monzo, miembro de la Asociación Uruguaya de Psicología, aconseja  a Axios Latino que el suicidio es más bien un “fenómeno complejo” influenciado por factores sociales, personales, psicológicos, biológicos, culturales y ambientales; “No hay un solo [predictor]”.

Entre los diversos factores relacionados con las elevadas tasas de suicidio en Uruguay se encuentra la adhesión relativamente laxa de los uruguayos a la religión en comparación con sus vecinos, en la que el suicidio se considera un pecado, lo que crea una “sensación de moderación y disuasión”. Una comunidad unida pero distante, en la que los expertos afirman que “todos se conocen”, pero no necesariamente están ahí para los demás, también disuade a las personas de buscar ayuda, ya que un fuerte estigma social que rodea a la salud mental y la búsqueda de ayuda coloca la ideación suicida y otras formas de angustia psicológica como un problema del individuo, no como una preocupación de la comunidad.

“El suicidio es un importante problema de salud pública que refleja la angustia dentro de nuestras comunidades”, dijo recientemente a El País Pablo Hein, sociólogo e investigador  de la Universidad de la República de Uruguay, citando el debilitamiento de las instituciones sociales que “históricamente fomentaron la solidaridad y la cohesión comunitaria”, como los clubes deportivos, los sindicatos y los grupos políticos, como una de las principales causas de la apatía comunal y la distancia que prevalece en toda la región, algo que dijo Katz es especialmente pronunciada entre los hombres, que representan casi el 80 por ciento de todos los suicidios en el país (a una tasa de 31,1 por cada 100.000 personas, la decimoséptima tasa más alta del mundo).

“Es menos probable que un hombre hable cuando se siente deprimido porque se enfrenta a una interdicción social”, explica Katz. “Una prohibición social por el falso machismo que existe de decir ‘estoy triste’, ‘me siento mal’. Es visto como un símbolo de debilidad”. Esto es especialmente cierto para los hombres mayores, que según algunos expertos ya no son valorados por la sociedad como antes, y los jóvenes de entre 15 y 29 años, que a menudo pasan desapercibidos e ignorados, quienes representan las tasas más altas de suicidio en el país.

Suicidio en Argentina

Las tasas infladas de suicidio entre los grupos de mayor edad y los más jóvenes del país es una tendencia que también se ha observado en Argentina, donde la tasa de suicidio entre las personas de 85 años o  más es la más alta de la región, con 17 suicidios por cada 100.000 personas, mientras que el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años.  según el Ministerio de Salud de la Nación. Esto es especialmente preocupante para un país con una tasa general de suicidios relativamente baja, de solo 7,6 por cada 100.000 personas, una tasa que incluso ha disminuido constantemente en los últimos años.

A algunos expertos les sigue perplejo también el hecho de que Argentina ostenta el título de tener  la mayor cantidad de psicólogos per cápita en el mundo, un logro que se ve favorecido por el fuerte apoyo gubernamental a la salud pública y  por una percepción pública abrumadoramente positiva de la terapia, tanto que “es estándar que personas de todos los grupos de edad y demográficos asistan a terapia“.

Sin embargo, los expertos del Proyecto Borgen postulan que estas tasas más altas de suicidio pueden explicarse en parte por el hecho de que la gran mayoría de los proveedores de atención de salud mental residen exclusivamente en la ciudad capital  de Buenos Aires, lo que deja a los que viven en zonas rurales –dos de cada cinco de los cuales viven en la pobreza- sin acceso a una atención suficiente o alfabetización en salud mental; demostrando así la necesidad de implementar y promover servicios y recursos de salud mental de manera equitativa en todas las regiones y grupos demográficos.

Suicidio en Brasil

Hablando de equidad, estudios recientes realizados en Brasil con el objetivo de evaluar y abordar el riesgo de suicidio entre las poblaciones vulnerables han encontrado que la estabilidad financiera y un mejor acceso a las oportunidades económicas sirven como factores protectores significativos contra el suicidio. De hecho, un estudio de 2022 encontró que las transferencias de efectivo dirigidas a  familias de bajos ingresos en Brasil resultaron en una reducción del 56 por ciento en el  suicidio en comparación con las familias de bajos ingresos que no recibieron una transferencia.

Sin embargo, a pesar de este hallazgo optimista, la investigación revela que las disparidades persistentes relacionadas con el riesgo de violencia, el acceso a la educación y la eliminación cultural son en gran medida culpables  de las altas y crecientes tasas de  suicidio entre las poblaciones más vulnerables de Brasil, es decir, los pueblos indígenas y los jóvenes brasileños. En la actualidad, la investigación longitudinal muestra que el suicidio en Brasil está aumentando a una tasa de alrededor del 4 por ciento, lo que eventualmente podría colocar a Brasil en la contienda con Argentina e incluso con Uruguay.

Aun así, aunque los datos sobre la tasa actual de suicidios en Brasil son limitados, los expertos sitúan la cifra actual entre 6 por cada 100.000 personas, y 13 por cada 100.000 personas, para una tasa media a la par con el promedio regional.

Implicaciones

En general, lo que cada una de estas tendencias fluctuantes entre países demuestra es  que la prevención del suicidio requiere algo más que una solución simple; en cambio, requiere un esfuerzo holístico y multifacético dirigido por varios actores, incluidos los responsables políticos, los proveedores de atención, los empleadores y los miembros de la comunidad, que abarque  la educación, la reducción del estigma, las iniciativas de DEI,  la competencia cultural  ,  la  empoderamiento de la comunidad, apoyo entre pares y más para mejorar la alfabetización en salud mental, cultivar la resiliencia de la población, fomentar la búsqueda de ayuda e inspirar mejores resultados de salud para todos.